Vengo de una semana llena de catarsis, primero feliz por el concierto realizado en la Catedral de La Serena con todo el Coro Sinfónico más la Orquesta Sinfónica, fue una obra distinta, agotadora, pero a la vez fortificante en el sentido que, como grupo logramos producir sensaciones en los asistentes.
Luego, tras la emoción de aquel sábado, me dirijo a mi trabajo como todos los fines de semana, estaba raro el día, no era un domingo cualquiera, era un día raro, claro a las hora después de entrar a mi jornada me entero de la muerte de un pequeño de 14-15 años, bueno, mal toda la tarde.
Ya en casa, y con muchas cosas que hacer me puse a releer lo de ética profesional y entre esas lecturas me dí cuenta que no tengo argumentos para debatir con alguien, estaré consumido por la facilidad que brinda la internet, que no soy capas de poder fundamentar una idea, un simple ejercicio que solía hacer a diario, es desesperante, me siento tan pasivo que no soy capaz de criticar, encuentro todo bueno, que todo esta correcto, que todo marcha de acuerdo con lo esperado, que bruto, donde esta esa capacidad.
Hay ciertos factores que insidien en esto y creo que tiene directa relación con los ires y venires de la vida cotidiana, en andar raudo por la vida, sin darse tiempo para poder reflexionar en torno a lo que sea, desde una obra de arte, una pieza musical, un vídeo, una serie animada, es como si hubiésemos perdido nuestra alma y andar solos por la vida, es como remar un bote con un solo remo, es andar a la deriva por la vida, es como perder el alma.
Ahora es tiempo de poder hacer un alto y comenzar a replantear algunas cosas importantes en la vida.
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